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sábado, 21 de junio de 2014

¿Jugar es sólo cosa de niños?

El juego cumple un papel fundamental sobre todo en la infancia, pero suele verse limitado por una infinidad de normas y reglas que van coartando nuestra creatividad y libertad desde que somos niños."Así no se juega", "no te salgas al colorear", "por ahí no, que es peligroso", "tómatelo en serio, ¡esto no es un juego!"  y una serie de advertencias marcadas por el "no" y el "prohibido" van haciendo que cada vez juguemos menos.

Las normas son necesarias, pero si las utilizamos demasiado no dejaremos que los niños se expresen de manera espontánea y natural. Nuestro potencial creativo comienza a adormecerse demasiado pronto y nos convertimos en adultos antes de tiempo; adultos, en muchas ocasiones con traumas y bloqueos, que acaban acudiendo a terapias que te hacen jugar para recuperar al niño perdido. Y es que las personas dejan de jugar porque tienen una concepción equivocada del "ser adulto". Madurar y tener responsabilidades no es incompatible con mantener la ilusión y divertirse. Reír, soñar, jugar...hace que miremos el mundo de forma diferente.


A medida que pasan los años, empezamos a sentir el juego como algo ridículo o como una pérdida de tiempo, sin saber la cantidad de beneficios que puede aportarnos.  El juego fomenta la comunicación y mejora las relaciones de los individuos, potencia la creatividad y desarrolla la inteligencia emocional, incidiendo directamente sobre la motivación y la empatía. Por lo tanto, el adulto que juega, igual que el niño, está más preparado para abordar de manera creativa los retos,  desarrolla más defensas a la frustración,  y expresa de manera más sana sus sentimientos y emociones.

"Los hombres no dejan de jugar porque envejecen, envejecen porque dejan de jugar"  Bobby Fischer   

PD: ¡Te la quedas!

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