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domingo, 21 de septiembre de 2014

La Buena Suerte

Hace mucho tiempo, en un reino lejano, Merlín convocó a todos los caballeros del reino y les dijo: “En siete noches, el Trébol Mágico de las Cuatro Hojas, el trébol que proporciona suerte ilimitada al que lo posee, nacerá en algún lugar del Bosque Encantado. ¿Quién aceptará el reto de ir al Bosque Encantado en búsqueda del Trébol Mágico?

Así comienza esta fábula que desvela las claves para tener buena suerte y prosperidad en la vida. Me gusta releerlo cada cierto tiempo para no olvidar esos consejos e inyectarme una buena dosis de motivación.

     
 En la misma línea, también recomendables, Quién se ha llevado mi queso, de Spencer Johnson y Nuestro iceberg se derrite, de John Kotter, aunque yo me quedo con La Buena Suerte. Son relatos sencillos y amenos aplicables a cualquier ámbito de la vida pero, sobre todo, muy útiles en el mundo empresarial.


“Solo se obtienen cosas nuevas cuando se hacen cosas nuevas. Si ahora no tienes Buena Suerte tal vez sea porque las circunstancias son las de siempre.”

jueves, 11 de septiembre de 2014

La ciudad de los pozos

Pozo Iniciático, Sintra (Portugal)

Esta ciudad no estaba habitada por personas, como todas las demás ciudades del planeta. Esta ciudad estaba habitada por pozos. Pozos vivientes… pero pozos al fin. Los pozos se diferenciaban entre sí, no sólo por el lugar en el que estaban excavados sino también por el brocal (la abertura que los conectaba con el exterior). Había pozos pudientes y ostentosos con brocales de mármol y de metales preciosos; pozos humildes de ladrillo y madera y algunos otros más pobres, con simples agujeros pelados que se abrían en la tierra.
La comunicación entre los habitantes de la ciudad era de brocal a brocal y las noticias cundían rápidamente, de punta a punta del poblado. Un día llegó a la ciudad una “moda” que seguramente había nacido en algún pueblito humano: La nueva idea señalaba que todo ser viviente que se precie debería cuidar mucho más lo interior que lo exterior. Lo importante no es lo superficial sino el contenido.
Así fue cómo los pozos empezaron a llenarse de cosas. Algunos se llenaban de joyas, monedas de oro y piedras preciosas. Otros, más prácticos, se llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos. Algunos más, optaron por el arte, y fueron llenándose de pinturas, pianos de cola y sofisticadas esculturas posmodernas. Finalmente los intelectuales se llenaron de libros, de manifiestos ideológicos y de revistas especializadas.
Pasó el tiempo. La mayoría de los pozos se llenaron a tal punto que ya no pudieron incorporar nada más. Los pozos no eran todos iguales, así que, si bien algunos se conformaron, hubo otros que pensaron que debían hacer algo para seguir metiendo cosas en su interior… Alguno de ellos fue el primero: En lugar de apretar el contenido, se le ocurrió aumentar su capacidad ensanchándose. No pasó mucho tiempo antes de que la idea fuera imitada, todos los pozos gastaban gran parte de sus energías en ensancharse para poder hacer más espacio en su interior.
Un pozo, pequeño y alejado del centro de la ciudad, empezó a ver a sus camaradas ensanchándose desmedidamente. El pensó que si seguían hinchándose de tal manera, pronto se confundirían los bordes y cada uno perdería su identidad… Quizás a partir de esta idea se le ocurrió que otra manera de aumentar su capacidad era crecer, pero no a lo ancho sino hacia lo profundo. Hacerse más hondo en lugar de más ancho. Pronto se dio cuenta que todo lo que tenía dentro de él le imposibilitaba la tarea de profundizar. Si quería ser más profundo debía vaciarse de todo contenido…
Al principio tuvo miedo al vacío, pero luego, cuando vio que no había otra posibilidad, lo hizo. Vacío de posesiones, el pozo empezó a volverse profundo, mientras los demás se apoderaban de las cosas de las que él se había deshecho… Un día , sorpresivamente el pozo que crecía hacia adentro tuvo una sorpresa. Adentro, muy adentro, y muy en el fondo encontró agua…
Nunca antes otro pozo había encontrado agua… El pozo superó la sorpresa y empezó a jugar con el agua del fondo, humedeciendo las paredes, salpicando los bordes y por último sacando agua hacia fuera. La ciudad nunca había sido regada más que por la lluvia, que de hecho era bastante escasa, así que la tierra alrededor del pozo, revitalizada por el agua, empezó a despertar. Las semillas de sus entrañas, brotaron en pasto, en tréboles, en flores, y en troquitos endebles que se volvieron árboles después… La vida explotó en colores alrededor del alejado pozo al que empezaron a llamar “El Vergel”. Todos le preguntaban cómo había conseguido el milagro.
- Ningún milagro – contestaba el Vergel – hay que buscar en el interior, hacia lo profundo…
Muchos quisieron seguir el ejemplo del Vergel, pero desandaron la idea cuando se dieron cuenta de que para ir más profundo debían vaciarse. Siguieron ensanchándose cada vez más para llenarse de más y más cosas… En la otra punta de la ciudad, otro pozo, decidió correr también el riesgo del vacío… Y también empezó a profundizar… Y también llegó al agua… Y también salpicó hacia fuera creando un segundo oasis verde en el pueblo…
- ¿Que harás cuando se termine el agua? – le preguntaban.
- No sé lo que pasará – contestaba
- Pero, por ahora, cuánto más agua saco, más agua hay.
Pasaron unos cuantos meses antes del gran descubrimiento. Un día, casi por casualidad, los dos pozos se dieron cuenta de que el agua que habían encontrado en el fondo de sí mismos era la misma… Que el mismo río subterráneo que pasaba por uno inundaba la profundidad del otro. Se dieron cuenta de que se abría para ellos una nueva vida. No sólo podían comunicarse, de brocal a brocal, superficialmente, como todos los demás, sino que la búsqueda les había deparado un nuevo y secreto punto de contacto:
La comunicación profunda que sólo consiguen entre sí, aquellos que tienen el coraje de vaciarse de contenidos y buscar en lo profundo de su ser lo que tienen para dar…
Cuento de Mamerto Menapace del libro “Cuentos para pensar” de Jorge Bucay

miércoles, 3 de septiembre de 2014

¡Oído cocina!

Cada vez disfruto más cocinando, y más si me acompaña una buena música. Cada plato podría tener una banda sonora diferente según los ingredientes o la nacionalidad de la receta, pues no es lo mismo preparar una pasta italiana que un cous cous marroquí, pero esta selección de canciones anima a cualquiera cuando se coloca el delantal. Escuchadlas y veréis cómo con ritmo y cariño todo sabe mejor.

1. La Conga Blicoti, de Joséphine Baker
2. A fuego lento, de Rosana
3. Booty Swing, de Parov Stelar
4. Barcelona, de Giulia Y Los Tellarini
5. Je veux, de Zaz
6. Ojalá que llueva café en el campo.
7. Ella sabe cocinar, de Latin Pete Terrace
8. Beautiful that way, Nicola Piovani
9. Los feos pa' la cocina, de Moscovita
10. Hallelujah I Love Her So, de Ray Charles
11. ¿Dónde estás Yolanda?, de Pink Martini
12. Chicken switch, de The James Hunter Six
13. A Little Samba, de Ugly Duckling
14. Tamacun, de Rodrigo y Gabriela
15. When I was a Boy, de Biel Ballester Trio
16. Entre dos aguas
17. Saniye'm, de Selim Sesler & Idil Üner
18. Le temps de l'amour, de Françoise Hardy
19. Chicago, de Benny Goodman
20. Bistro Fada, de Stephane Wrembel
21. Tiene sabor, tiene sazón, de Ondatrópica

Y hablando de cocinar, aquí os dejo una receta buenísima que nunca falla:

RECETA DE LA FELICIDAD

1 KILO DE RECUERDOS INFANTILES
2 TAZAS DE SUEÑOS
300 GRAMOS DE TERNURA
1.5 LATAS DE CARIÑO
8 CUCHARADAS DE ALEGRÍA
1 PIZCA DE LOCURA
8 KILOS DE AMOR
3 KILOS DE PACIENCIA
2.5 BOTES DE COMPRENSIÓN
3 SOBRES DE TOLERANCIA
SONRISAS AL GUSTO

 Mézclalo todo muy bien ¡y hornea durante toda la vida!