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lunes, 24 de noviembre de 2014

Los renglones torcidos de Dios


La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca.

Enrique Heine


Los Renglones Torcidos de Dios nos sumerge en el mundo de la enfermedad mental y nos hace preguntarnos en muchas ocasiones dónde acaba la cordura y empieza la locura... El autor, Torcuato Luca de Tena, estuvo ingresado en un hospital psiquiátrico con el único fin de documentarse bien para la novela, y se nota. Lo leí hace tiempo y está en mi estantería de "favoritos". No sólo me pareció original y emocionante, sino que además aprendí mucho sobre trastornos mentales y el comportamiento de estos "renglones torcidos".
Os dejo un fragmento para abrir boca:


-¿Quiere decir usted que desprecia las artes; que las considera algo trivial, y a quienes las practican gentes desocupadas que no tienen otra cosa que hacer?
-¡Nada de eso, doctor! ¡Considero que el arte es tanto más sublime cuanto mayor es su inutilidad!
-Explíquese mejor.
-El hombre es el único animal que se crea necesidades que nada tienen que ver con la subsistencia del individuo y con la reproducción de la especie. No le basta comer alimentarse, sino que condimenta los alimentos, de modo que añaden placer a la satisfacción de su necesidad. No le basta vestirse para abrigarse, sino que añade, a esta función tan elemental, la exigencia de confeccionar su ropa con determinadas formas y colores. No se contenta con cobijarse, sino que construye edificios con líneas armoniosas y caprichosas que exceden de su necesidad: lo cual no ocurre con la guarida del zorro, la madriguera del conejo o el nido de la cigüeña. ¿Hay algo más inútil que la corbata que lleva usted puesta? ¿De qué le sirve al estómago una salsa cumberland o un chateaubriand a la Périgord? ¿Qué añade al cobijo del hombre el friso de una escayola o las orlas en forma de signos de interrogación de los hierros que sostienen el pasamano de una escalera? Pues bien: todo eso que está inútilmente añadido a la pura necesidad... ¡ya es arte! 
[...]
-Pues bien -continuó Alicia-. En el momento mismo en que el espíritu creador del hombre se despegó incluso de la necesidad primaria para producir sus lucubraciones, nacieron las grandes Artes: la Poesía, La Danza, la Música y la Pintura.
[...]
Que queda por último, la Música. ¿Qué mayor inutilidad que unir unos ruidos con otros ruidos que no expresan directamente nada y que pueden ser interpretados de mil distintas maneras según el estado de ánimo de quien los escuche? ¿A quién alimenta eso? ¿A quién abriga? ¿A quién cobija? ¡A nadie! La Música es la más inútil, biológicamente hablando, de todas las Artes y, por ello, por su pavorosa y radical inutilidad, es la más grande de todas ellas; la menos irracional, la más espiritual, la más humana,
[...] 
Quedó mudo el doctor y observó descaradamente –entre compadecido y admirado- a aquella singular mujer, inteligente, sensitiva, fina, atacada de una enfermedad aún sin diagnosticar.

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