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domingo, 21 de diciembre de 2014

Reflexión

«Hay quien compra lo que en realidad no desea ni necesita, para impresionar a quien no conoce o no le cae bien, con el dinero que no tiene y debe pedir prestado, acumulando a la larga demasiados "demasiados", que le llevan a hipotecar su vida». 
              La brújula interior, Álex Rovira

domingo, 14 de diciembre de 2014

La canción de tu alma

"No necesito una garantía firmada para saber que la sangre de mis venas es de la tierra y sopla en mi alma como el viento, refresca mi corazón como la lluvia y limpia mi mente como el humo del fuego sagrado".
(Tolba Phanem)

Hace unas semanas asistí a una sesión de coro armónico. Nunca había escuchado nada sobre este tipo de canto ni sabía muy bien a lo que iba, pero la experiencia no me dejó indiferente.

El coro armónico consiste en una especie de meditación sonora de canto grupal. Cuando cantamos en grupo, descubrimos nuestros sonidos primigenios que se fusionan con los sonidos armónicos del grupo, es decir, al unir los sonidos de cada miembro del grupo, se consigue la armonía. Os dejo un vídeo de voz y canto de armónicos para que os hagáis una idea:

   

Sí, a mi también me sonó un poco a secta religiosa en un principio, pero no dejé que me invadieran los prejuicios y me dejé llevar, dejando que salieran diferentes sonidos de mi voz, cada vez más libres. Realizamos un ejercicio en el que una persona permanecía unos minutos tumbada en el suelo mientras los demás cantábamos su nombre. Ese momento estaba dedicado a ti, tu nombre invadía la sala, era tu canción... Este ejercicio se llama "el canto del alma" y tiene una bonita historia...



"Cuando una mujer de cierta tribu de África sabe que está embarazada, se interna en la selva con otras mujeres y juntas rezan y meditan hasta que aparece la canción del niño. Saben que cada alma tiene su propia vibración que expresa su particularidad, unicidad y propósito.
Las mujeres entonan la canción y la cantan en voz alta. Luego retornan a la tribu y se la enseñan a todos los demás.

Cuando nace el niño, la comunidad se junta y le cantan su canción. Luego, cuando el niño comienza su educación, el pueblo se junta y le canta su canción. Cuando se inicia como adulto, la gente se junta nuevamente y canta. Cuando llega el momento de su casamiento, la persona escucha su canción.

Finalmente, cuando el alma va a irse de este mundo, la familia y amigos se acercan a su cama e igual que para su nacimiento, le cantan su canción para acompañarlo en la transición.

En esta tribu de África hay otra ocasión en la cual los pobladores cantan la canción. Si en algún momento durante su vida la persona comete un crimen o un acto social aberrante, se lo llevan al centro del poblado y la gente de la comunidad forma un círculo a su alrededor. Entonces le cantan su canción.

La tribu reconoce que la corrección para las conductas antisociales no es el castigo; es el amor y el recuerdo de su verdadera identidad. Cuando reconocemos nuestra propia canción ya no tenemos deseos ni necesidad de hacer nada que pudiera dañar a otros. Tus amigos conocen tu canción y te la cantan cuando la olvidaste. Aquellos que te aman no pueden ser engañados por los errores que cometes o las oscuras imágenes que muestras a los demás.

Ellos recuerdan tu belleza cuando te sientes feo; tu totalidad cuando estás quebrado; tu inocencia cuando te sientes culpable y tu propósito cuando estás confundido."

Tolba Phanem - mujer, poeta africana


         

domingo, 7 de diciembre de 2014

Las cuatro estaciones




Había una vez un hombre que tenía cuatro hijos. Él quería que aprendieran a no juzgar las cosas tan rápidamente; entonces envió a cada uno por turnos a ver un árbol de peras que estaba a una gran distancia.

El primer hijo fue en invierno, el segundo en primavera, el tercero en verano y el hijo más joven en otoño. Cuando todos ellos habían ido y regresado, el padre los llamó y juntos les pidió que describieran lo que habían visto.

El primer hijo mencionó que el árbol era horrible, doblado y retorcido.
El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo, él dijo que estaba cargado de flores, que tenia aroma muy dulce y se veía muy hermoso, era la cosa mas llena de gracia que jamás había visto.
El último de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos, él dijo que estaba maduro y marchitándose de tanto fruto, lleno de vida y satisfacción.

Entonces el hombre les explicó a sus hijos que todos tenían razón, porque ellos solo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol.
Les dijo a todos que no deben de juzgar a un árbol, o a una persona, con solo ver una de sus temporadas, porque la esencia de lo que son, sólo puede ser medida cuando todas las estaciones han pasado.
Si te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño.

No dejes que el dolor de alguna estación destruya la dicha del resto,
aguanta con valor las dificultades porque luego disfrutarás de los buenos tiempos.