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sábado, 12 de diciembre de 2015

La belleza de las cicatrices

Diciembre es mes de balance y, como cada año, cuando se acerca el final del calendario miramos en retrospectiva todo lo ocurrido en los últimos 365 días.

Estos últimos años, al hacer la requerida reflexión, me doy cuenta de que últimamente no mido el tiempo en acontecimientos, sino en aprendizaje. Están siendo años de búsqueda, autoconocimiento, aceptación, focalización y agradecimiemto. Sin haber vivido grandes cambios vitales me voy convirtiendo en una versión más definida de mi misma.

Y es que el tiempo nos moldea. Moldea nuestros gustos, intereses y hasta nuestra forma de ser, no sólo fruto de las vivencias, sino también del trabajo interior que realicemos para aprender de ellas. "El mundo nos rompe a todos, y luego algunos se hacen más fuertes en las partes rotas", dijo Ernest Hemingway. En nuestras manos está aprovechar lo vivido para reparar nuestras grietas. Esto significa trabajar nuestra resiliencia, entendida como la capacidad del ser humano para superar las adversidades, saliendo fortalecidos de ellas.

¿Pero cómo reparar las grietas en una sociedad que nos enseña a tirar lo roto, a sustituir lo viejo por lo nuevo, a rechazar lo imperfecto, evitar el error, temer al fracaso...?

En este sentido la filosofía oriental siempre nos da buenas lecciones. En Japón existe una técnica llamada Kintsugi, que consiste en reparar las fracturas de la cerámica con laca o barniz de oro. Creen que las roturas y reparaciones deben mostrarse en lugar de ocultarse, pues cuando algo ha sufrido un daño y tiene una historia, se vuelve más hermoso.


           


Un planteamiento que resulta aún más interesante si lo trasladamos al terreno humano. El kintsugi nos hace reflexionar sobre la idea de afrontar las dificultades, admitiendo nuestras equivocaciones con orgullo y aceptándolas como parte natural y positiva del proceso de aprendizaje y superación. Un aprendizaje que nos lleva a alejarnos de lo establecido, liberándonos de ese peso que supone el miedo al error. Nuestras cicatrices forman parte de nuestra historia, y eso nos hace valiosos.




-Maestro, tengo el corazón partido en mil pedazos.

-Aprovecha y repártelo entre mil personas.